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Imatge Pelusas
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En la actualidad el pueblo de San Pelayo es uno de los de menor población de la provincia de Valladolid, y carece de actividad manufacturera. Sin embargo, esto no siempre fue así. Hasta finales de los años 60 del s.XX existió en esta localidad un obrador, perteneciente a la familia Moneo, que se dedicó a surtir de pan y bollería, no solo a los vecinos del lugar, sino también a los pueblos aledaños: Torrelobatón, Wamba, Castrodeza, Torrecilla de la Torre, Villasexmir, Barruelo del Valle, etc.

 

Fue Eutiquio Moneo el último panadero de San Pelayo. A pesar de que le sobrevivieron siete hijos (cuatro varones y tres mujeres), a su jubilación ninguno de ellos optó por seguir la tradición familiar. La dureza del oficio y la posibilidad de trabajar en las fábricas, que en los años 60 comenzaban a surgir en Valladolid, terminó con una actividad que parece ser comenzó en la segunda mitad del s.XIX.

 

Aunque el pan y las tortas de aceite tenían buena fama, lo que más le gustaba a los clientes de este obrador eran los diferentes dulces que salían de su horno. Se elaboraban bollos de aceite, bollos de manteca, pastas, tortas de chicharrones, magdalenas, hojuelas, buñuelos, torrijas (de leche y de vino), rosquillas de palo y pelusas (ciegas). Dos de ellos, las rosquillas de palo y las pelusas, alcanzaron gran notoriedad en la zona, llegándose a vender incluso en Madrid.

 

A pesar de que la actividad panadera finalizó en 1970, hace ya 45 años, las recetas de todos aquellos dulces no se perdieron y siguen elaborándose esporádicamente para degustación familiar.

 

No obstante, en los últimos años, Gregoria, una de las hijas de Eutiquio, viene elaborando unas cuantas docenas de pelusas con las que obsequia a los vecinos del pueblo en la tarde del último día de las fiestas patronales. Se ha ido corriendo la voz de este evento y cada año son más los vecinos y forasteros que se apuntan a disfrutar del mismo. De hecho, en el programa de fiestas de la localidad aparece esta dulce ofrenda como uno de los actos reseñables del día.

 

Cuenta Gregoria, la Grego para todos los vecinos, que fue su bisabuela Ángela quien comenzó a elaborar este dulce; parece ser que lo aprendió viendo cómo lo hacían otros. Y desde entonces hasta hoy la receta ha ido pasando de generación en generación.

 

Las pelusas o ciegas es un dulce de origen poco claro. Solo se tiene certeza de sus ingredientes, aunque la forma de manipular éstos se traduce en importantes diferencias en el resultado final.

 

Producto de gran tradición en las provincias de Palencia, Segovia y Valladolid, en su elaboración se emplean cuatro ingredientes para la masa: huevos, aceite (de oliva o girasol), aguardiente (o anís) y harina. Y clara de huevo y azúcar (en algunos sitios también agua) en la elaboración del baño o glasa con la que se adorna el bollo.

 

Todas las pelusas que se comercializan incluyen, en mayor o menor medida, una determinada cantidad de clara de huevo en la elaboración de la masa. Sin embargo, en las pelusas que aquí se hacían sólo se utilizaban las yemas. Al no utilizar claras, la masa obtenida es mucho más suave y frágil que la comercializada por los diferentes obradores. Es esta diferencia la que hace tan especiales estas pelusas. Su textura y sabor las hacen muy diferentes a las que nos ofrece el mercado actual.

 

Pero no sólo la diferencia está en la masa, la filigrana que las decora, así como el delicado baño con el que la misma se realiza, dan como resultado un dulce finísimo que se deshace en la boca, muy ligero y nada pesado para el estómago.

 

No son pocas las personas que se han atrevido con la elaboración de las pelusas; la familia facilita la receta a quien se la pida, sin embargo, los Moneo guardan un secreto jamás confesado por el que nadie, ni profesionales de la repostería y el pan ni aficionados, han conseguido finalizar con el proceso creador. La gente del pueblo cuenta incluso cómo ha colaborado en la elaboración de las pelusas en “el horno de la Grego” pero no ha sido capaz de culminar la operación en su propia casa… Todo un misterio que hace de las pelusas un dulce más especial si cabe.